La bella Granada sirve de escenario para el maravilloso relato que Isabel Gamarra ha tenido la gentileza de regalarme. Unir formas de expresión. Invitar a la reflexión .
Mil gracias Isabel.
QUÉDATE EN CASA, ESA IRONÍA.
El Paseo de los Tristes nunca hizo tanto honor a su nombre.
El Tato va buscando ese hueco seguro y solitario que le
permita pasar una noche más resguardado del frio que abraza Granada en
noviembre. Camina despacio, sin prisa, acompañado por la soledad de las calles,
de negocios cerrados, de oscuridad obligada. La Alhambra lo observa desde lo
alto, sin comprender que nadie se pare a admirarla.
Hoy no hay cartones para taparse, su perro Curro le sigue con
la tristeza tediosa que aporta el hambre, mientras el Tato, que lleva años
viviendo en estado de alarma, al que el “Quédate en casa” le suena a suerte y
que no tiene toque de queda, encuentra un rincón para intentar dormir con el
estómago vacío junto a Curro y su vieja guitarra que lleva días sin tocar
porque nadie para a escucharle, porque nadie tiene tiempo para dejar una moneda
en su sombrero, porque las sonrisas van enmascaradas de miedo y acercarse a
alguien que vive en la calle recuerda al peligro.
Se agazapa en el suelo,
el frío granadino se cuela por cada poro de su piel, coge a Curro entre
sus brazos para encontrar el calor que no puede ofrecerle nadie más y duerme
pensando que nada dura para siempre ni siquiera las pandemias y que como dijo
Lorca, el peor de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza
muerta, y él aún sigue vivo, bajo la mirada eterna de la Alhambra que le
permite dormir a sus pies.